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En el ámbito de la ciberseguridad, el análisis del comportamiento se ha consolidado como una herramienta poderosa para detectar anomalías y posibles amenazas mediante la evaluación de los patrones de comportamiento de los usuarios. Esta tecnología avanzada ofrece un gran potencial, pero también conlleva riesgos significativos, especialmente en lo que respecta a las amenazas internas. La información que hace que el análisis del comportamiento sea tan efectivo puede ser utilizada por personas malintencionadas dentro de la organización para incrementar el daño.
El análisis del comportamiento funciona rastreando actividades de los usuarios, como horarios de inicio de sesión, patrones de acceso, uso de archivos y hábitos de comunicación, para establecer una línea base de comportamiento «normal». Cuando se producen desviaciones respecto a esta línea base, el sistema las señala como posibles preocupaciones de seguridad. Este enfoque es útil para identificar ataques sofisticados que logran eludir medidas de seguridad tradicionales.
Sin embargo, la capacidad de detectar desviaciones en el comportamiento del usuario presenta riesgos si los datos generados son mal utilizados. Uno de los riesgos más destacados proviene de los insiders que tienen acceso legítimo a estos datos. Estos individuos, ya sean empleados descontentos o usuarios descuidados, pueden obtener conocimientos sobre qué provoca alarmas de seguridad y cómo funcionan los sistemas de monitoreo, permitiéndoles adaptar sus actividades maliciosas para eludir la detección.
Además, el análisis del comportamiento puede ofrecer perfiles detallados del comportamiento de usuarios individuales, incluyendo patrones de comunicación y accesos. Un insider malintencionado podría usar esta información para atacar a individuos específicos dentro de la organización, aprovechando sus hábitos para diseñar ataques de phishing más efectivos o perpetrar sabotajes directos.
Otro riesgo es que un insider comprenda los umbrales y desencadenantes de los sistemas de seguridad de la organización, permitiéndoles llevar a cabo actividades maliciosas dentro de los límites del comportamiento «normal». Esto puede incluir la exfiltración de datos en pequeñas cantidades o la modificación de su comportamiento para mimetizarse con otros usuarios.
La situación se complica si un insider colabora con atacantes externos, compartiendo datos del análisis del comportamiento, lo que permite personalizar ataques basándose en debilidades específicas. Esta forma de colusión puede resultar en ataques altamente sofisticados y difíciles de detectar.
Asimismo, el análisis del comportamiento podría revelar patrones sobre el uso de privilegios dentro de una organización. Un insider astuto podría aprovechar estos patrones para escalar sus derechos de acceso o conseguir información sensible de forma no autorizada.
Para mitigar estos riesgos, las organizaciones deben adoptar un enfoque multifacético: implementar controles de acceso estrictos, sistemas de monitoreo para detectar anomalías en el comportamiento de insiders, cifrado y enmascaramiento de datos, además de una arquitectura de confianza cero. Proporcionar capacitación regular a los empleados sobre la importancia de la seguridad y los peligros de las amenazas internas es crucial.
El análisis del comportamiento, aunque es una herramienta poderosa en la lucha contra las amenazas cibernéticas, no está exento de riesgos. Comprender estas amenazas y adoptar medidas de seguridad robustas permitirá a las organizaciones aprovechar sus beneficios mientras minimizan su potencial uso indebido. En un contexto donde la amenaza de insiders es uno de los mayores desafíos, proteger los datos del análisis del comportamiento es esencial.